¿Por qué pasadizos secretos?

Pasadizos secretos

Pasadizos secretos. Lugares que están ahí pero que no se ven. Que te llevan de un lugar a otro. Lugares donde te puedes esconder, refugiar y esperar a que pase la tormenta.

Eso ha sido para mí escribir. Un escape. Un lugar donde soñar que no estaba donde estaba. Que lo que opino importa.

Los pasadizos secretos siempre me han obsesionado. Aun sin saberlo, siempre estaba buscando ese pequeño rincón, ese camino donde sentirme seguro, a salvo. Aún hoy, cuando me siento en un restaurante o busco sitio en la oficina, elijo siempre el rincón más resguardado.

Pero no se trata solo de un escondite. Se trata, de nuevo, de un camino. De la esperanza. De un nuevo lugar que te espera cuando quieras asomar tu mirada. Y vivir.

Antiguos pasadizos secretos

Cuando era chico, permítanme el localismo, los pasadizos secretos me obsesionaban tanto que eran mi única condición cuando le pedía a mi progenitora que me contase un cuento.

-Mamá, por favor, cuéntame un cuento de pasadizos secretos.

Poco más me importaba. Me daban igual los protagonistas, no me importaba la trama, quería, únicamente que hubiera uno de estos lugares.

Curiosamente, uno de los cuentos orales tradicionales de mi familia, Pargatita y Tacón, al parecer heredado de mi abuelo (murió cuando yo tenía dos años por lo que nunca lo escuché de su boca), contaba con pasadizos secretos. La historia hablaba de dos chicos, sí Pargatita y Tacón eran nombres masculinos, que en mitad de una noche lluviosa encontraban una extraña casa y un pasillo oculto a una cámara de los secretos.

Pargatita y Tacón eran pobres, muy pobres, y al final uno de ellos conseguía una vida llena de comodidades, sino recuerdo mal.

Mi obsesión por los pasadizos me llevó a mi primera vocación profesional. Ser arqueólogo y recorrer el subsuelo de Cádiz y todos esos caminos subterráneos que casi tres décadas después están empezando a salir a la luz en lugares como las Cuevas Catacumbas del Beaterio.

A la vez, se fue desarrollando mi obsesión por la lectura y la escritura. La Biblioteca Provincial de Cádiz, casi en la misma plaza en la que vivía, me ofrecía alimento para saciar mis curiosidades. Escribir, sin embargo, me generaba aún más placer. Soy un obseso del control y al escribir tú decides cómo quieres que se desarrolle la historia.

Aun hoy me pasa a veces que al leer determinados artículos o novelas me planteo cómo lo habría hecho yo. No siempre mejor, pero si con algunas de mis características.

Con la llegada de la adolescencia y mi salida del armario, las cosas se volvieron mucho más complicadas. Y ahí, de nuevo, la escritura apareció preparada para salvarme.

Primero, como buen pasadizo, para esconderme.

Luego, para dejar que desarrollara todos esos sentimientos que tenía que esconder en público.

Por último, para soñar con lo que vendría después.

Y despues vino más escritura. Mi blog fue una de las primeras cosas que abrí tras irme de casa. Durante seis o siete años escribí al menos una vez por semana, en algunas épocas a diario, contando muchísimas de las cosas que me pasaban por la cabeza. Como un pasadizo abierto tras años estando encerrado y, no menos importante, sin que a nadie le importase lo que tenía que decir.

Con los años, la precariedad y la vida adulta, mi blog fue cayendo en el olvido. Pasé de Blogspot a WordPress, de WordPress a mi propio (este) dominio y solo me acordaba de este espacio en momentos puntuales. Al convertirlo en una herramienta de búsqueda de trabajo y clientes, dejó de cumplir su función.

Ya no llevaba a ninguna parte.

Futuros pasadizos secretos

Las cosas han cambiado mucho. Profesionalmente tengo, por fin, algo de estabilidad: un contrato indefinido, dos años en la misma empresa e incluso mi primer ascenso. No fue fácil sobrevivir a la pandemia, pero se hizo y aunque trabaje en un sector muy volátil siento la confianza de volver la vista hacia atrás.

Recuperar esos pasadizos que llevan al futuro. Esos lugares en los que me siento a gusto, en los que puedo desarrollar mi pensamiento y desde donde puedo ofrecer mi perspectiva.

Soy consciente que nada de lo que escriba aquí va a tener ni la mitad de repercusión de la mayoría de mis tuits. Que ya no se lleva leer el blog de nadie.

Pero me apetece venir. Me apetece darle un formato a este espacio. Escribir, cuando pueda, y opinar.

Ya que ese deseo de mi niñez de tener una columna de opinión en un periódico no parece que nunca vaya a ser realidad, siempre puedo tener mi propia columna de opinión.

Gracias de antemano a los que paséis por aquí. A los que escuchéis lo que tengo que decir. En un momento de sobreestimulación, de sobreinformación, probablemente no tenga muchas cosas nuevas que aportar. Pero no se trata de eso. Se trata de recuperar un antiguo canal de comunicación, un pasadizo que va desde lo más profundo de mí.

Descubramos juntos qué puede pasar.

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