Ayer se celebraba el Día Mundial de la Salida del Armario. Ya os he hablado en otras ocasiones del trago que supone tener que salir del armario en el trabajo o de lo incómodo que resulta tener que enfrentarse a diario a la presunción de heterosexualidad.
En Desviados escribía ayer una lista de motivos para salir del armario. Sin embargo, hoy, me apetecía también escribir sobre algo sobre lo que no he hablado hasta ahora en este blog. En mi caso, salir del armario también ha tenido un precio y me hizo elegir entre ser quién soy y mi familia (o parte de ella).
Recuerdo con total nitidez una de las primeras veces que fui consciente que mi decisión tendría más consecuencias de las que había imaginado. Yo sabía perfectamente cuáles eran los valores y la moral de mis padres pero siempre quedaba la esperanza de que terminarían cambiando gracias al amor que me tenían. Aquella vez, en los pasillos del Carrefour de Bahía Sur, mi padre me lo dijo claramente: Pon una balanza, pesa lo que tienes ahora y lo que tendrás si te vas y tienes la vida que quieres tener.
Como una bofetada de realidad, volví a ser consciente que ambas opciones no eran compatibles. Podía ser gay o podía mantener a mis padres. Decidí lo primero y pensé qué tal vez, con los años, podría volver a recuperar lo segundo. No lo hice y a día de hoy, once años después de mi salida del armario y tras bastantes intentos infructuosos, estoy convencido que no lo lograré.
En la vida práctica, no tener el apoyo de mis padres me ha supuesto más problemas que el simplemente emocional. Siendo sincero mis padres siempre nos dieron una educación muy estricta, con los papeles y las jerarquías muy marcadas y mis hermanos y yo pronto aprendimos a buscar el apoyo emocional en otra parte. Por tanto, a decir verdad, mentiría si dijera que he echado de menos su apoyo en determinados momentos difíciles. Ya, cuando todo iba perfectamente bien, estaba acostumbrado a apoyarme en otras personas ante cualquier problema y así evitar un potencial castigo paterno.
Si he echado de menos el colchón familiar. El tener un lugar en el que caer si todo sale mal. El no poder permitirte flaquear ni un segundo. Muchos de mis amigos han ocupado ese lugar pero es evidente que no es algo que se pueda sustituir y más cuando ellos mismos tienen sus propias familias y colchones en los que descansar si todo sale mal. Esto me ha supuesto una sensación interna muy desagradable, de tensión continua y de estrés que en los peores momentos ha desembocado en algún ataque de ansiedad, especialmente en mi dificilísimo último año en Sevilla.
Mi supervivencia económica ha sido parecida a un milagro. Parte dependiente de mí, parte del apoyo en momentos difíciles de amigos, padres de amigos y parejas. Ahora, que estoy empezando a tener unos ingresos regulares relacionados con mi profesión, echo la vista atrás y tengo mucho vértigo. No quiero volver nunca al precipicio.
Iniciativas como Happy Hippie, la ONG fundada por Miley Cyrus para jóvenes LGTB+ sin hogar me recuerdan que ese mismo podría haber sido mi sino, pero he tenido suerte y he estado muy bien acompañado.
Me apetecía contar que salir del armario no tiene por qué ser un camino de rosas. Que puedes encontrarte con intransigencia, con beligerancia, con insultos, con palizas, de que sigue habiendo gente a las que les matan. Que mi propio camino no ha sido ejemplar aunque sea consciente que hay mucha gente que lo ha tenido mucho peor que yo o que, simplemente, no lo han terminado logrando.
Aun así, también quiero acabar contando que no ha habido un solo día en el que me haya arrepentido de haberlo hecho. Ni un solo segundo, ni en el peor de los ataques de ansiedad de madrugada viendo como no encontraba trabajo, no tenía ingresos y pronto no tendría donde vivir, he pensado que estaría mejor siendo alguien que no soy. Porque, para mí, la vida en la mentira no merecía la pena.
Cuando miro en perspectiva, salir del armario es una de las decisiones de las que me siento más orgulloso. Mantenerme fuera de él cuando me enclaustraron y me bombardearon con curas y psicólogos eclesiásticos. Haber sido siempre fiel a quien soy pese al precio que tuve que pagar. Por eso quiero terminar diciendo que salir del armario no es un camino fácil pero si uno que merece completamente la pena.
Completamente de acuerdo contigo. Para algunos, salir del armario nos ha hecho la vida aún más difícil de lo que ya era, pero por suerte, sólo en algunos aspectos. Menos mal que en otros somos mucho más libres y podemos disfrutar la vida.
Creo que puedo contar por cientos los días que me he sentido y aún hoy me sigo sintiendo como tú dices: se echa «de menos el colchón familiar. El tener un lugar en el que caer si todo sale mal. El no poder permitirte flaquear ni un segundo». El estrés y la ansiedad que eso nos genera es muy grande, aunque creo que vamos encontrando la forma de llevarlo y no crecemos en vano. Aprendemos a gestionarnos mejor, a vendernos mejor, a ser fuertes y creer en nosotros. No hay plan B, rendirse nunca es una opción.
El «Camino» nos hizo daño, y aún sigue ahí la huella, pero seguro que todo pasa por algo. Y sí, yo tampoco espero ya «recuperar» a mi familia (siempre digo que tuve hermanos, pero no padres, al menos a nivel afectivo, que al fin y al cabo es el más importante en la familia).
A veces, simplemente, creo que vivimos en mundos completamente diferentes, que ni siquiera son paralelos. Tú tuviste la claridad de ver las dos opciones de la balanza, yo ni era consciente de tantas cosas hasta varios años después. Al menos tu padre te dio ese consejo en el Carrefour, te dejó pensar por un momento y tomar tu propia decisión 😉
Si algún día te vuelves a sentir con la soga al cuello, sabes dónde estoy. Pero estoy segura de que probablemente ya no vuelva a ser tan negro. Estás hecho un campeón. Mi película sobre la homosexualidad dentro de los Kikos quizá nunca vea la luz -sólo darle más vueltas al tema agota mi mente-, pero el Pablo que imaginé como protagonista en mi guión es un héroe en la vida real, y me encanta leerte y comprobar que estés bien 🙂
Un abrazo, y si me permites, desde hoy te llamo hermano 😀
PD: luego discutimos quién es el mayor, jajajaja
Hola!
Pablo, me topé con el otro blog por casualidad, y ahora con este también, y quería decirte que me ha ayudado mogollón leerte. Yo estoy viviendo una situación muy similar desde hace tiempo (el Kamino y las secuelas que provoca). Lo que pasa es que no puedo hacer nada ahora mismo, porque me veo viviendo el infierno en la tierra en mi casa y de patitas en la calle sin nada. Seguramente esté siendo un cobarde.
Eres un valiente, y desde luego un signo de inspiración. He podido sufrir y alegrarme contigo en tus relatos.
De momento solo puedo soñar lo que hiciste tú, pero eso ya aporta un poquito de luz a mi existencia.
Viviendo fuerte: aquí tienes un fan para tu película! jajajaj. Me alegra saber que existís, que hay más gente que pasa y ha pasado por lo mismo y que se puede seguir adelante.
Perdón por el tostón, y un fuerte abrazo. Me habéis alegrado el día 😉
Hola Pedro!
¡A mí también me has alegrado el día! Escribo mucho sobre todo lo que pasó en esos días porque espero conseguir lo que me has dicho que he conseguido. Que la gente que estuvo en mi situación descubra que hay una salida y que, aunque pueda parecer dolorosamente lejana, llegará el momento en el que la alcanzaréis y veréis estos días con distancia, pensando muchas veces que parecen episodios de una vida anterior.
He de decir que no me considero un valiente. Me surgió la oportunidad de irme y lo hice pero si no me hubiera salido probablemente estaría en la situación que comentas. Espero que pronto tú también tengas la oportunidad de poder huir y empezar de nuevo y poder ser tú mismo las 24 horas del día. No se trata de ser valiente, sino de aprovechar la oportunidad cuando llegue. Desde aquí cruzo los dedos para que tú también encuentres la tuya y puedas escribirme y comentarme que lo has logrado.
Y aprovecho para decirte que aquí tienes a un amigo para lo que necesites, que entiendo perfectamente lo solo que te hace sentir esta situación a veces y lo que se necesita un oído atento.
Un abrazo gigantesco y mucho ánimo para los días futuros!
Hola Pablo; y al otro chico que vive en «la mentira» en casa de sus padres. Os he leído aquí a través del blog del Camino Neocatecumenal.
Siento que tus padres te hayan obligado a elegir entre tu propia vida -tu identidad sexual y la familia. Sin duda los equivocados son ellos, si estuvieron en el Camino tendrán parte de ese fanatismo que les haga creer que la homosexualidad es un pecado contra Dios, la naturaleza o similar. Realmente la Iglesia ha hecho tanto daño en este país y en otros con su fanatismo religioso, con abrazarse a los atavismos históricos a los que se aferran ciegamente por miedo a que perder lo que tienen y a que la gente los ponga en el lugar que deben realmente ocupar…
Tú mucho ánimo, piensa que aunque cegados por la ignorancia y el fanatismo de la Iglesia tus padres siempre te siguen queriendo y siempre siguen siendo tus padres. Algún día recuperarás la relación con ellos, cuando sea el momento adecuado, no te preocupes demasiado por esto. Tampoco tengas nunca ansiedades ni miedos, sabes? eso realmente sí es cosa del demonio que busca nuestra ruina y desesperación. Piensa que realmente Dios existe y te ha creado así como eres, estés o no dentro de la Comunidad y te ama profundamente, precisamente porque te conoce bien, Él nos creó por amor y nos sigue amando incondicionalmente. Y lo dice la Escritura, «aunque una madre se olvidare de su hijo, Yo jamás me olvidaré de ti» es decir que si ya es imposible para una madre olvidarse de su hijo mucho más imposible es para Dios olvidarse de nosotros. Por eso nunca tengas miedo, Dios siempre cuida de nosotros y nos va proveyendo por medio de distintas situaciones y personas. Intenta siempre ir por el camino derecho, Dios es generoso y te irá dando siempre el ciento por uno…
Enhorabuena por ser tan valiente y salir del armario y de casa de tus padres, un abrazo grande y mucho ánimo